sábado, 31 de enero de 2015

EL ECUADOR EN LA GRAN COLOMBIA

El principal motor de la Independencia fue interno. La crisis de los 1700 afectó al equilibrio de poder que se había establecido entre el Estado colonial, representante de los intereses metropolitanos, y los grupos de propietarios locales. Al consolidarse el sistema hacendario, la burocracia estatal perdió su injerencia en la vida económica. La mayoría de los trabajadores quedaron vinculados en forma directa y cada vez más estrecha al poder latifundista. Por otra parte, las trabas comerciales implantadas por la metrópoli afectaban a los grupos importadores y exportadores. Las clases terratenientes y los comerciantes consolidaron su control de las economías locales y regionales, en tanto que la burocracia española conservaba solo el manejo político. Este divorcio entre el poder económico social y el poder político se resolvería en favor de las clases dominantes locales, que, una vez que manejaban ya el aparato productivo, se lanzaron a captar la dirección política. Los cabildos que tenían a su haber una vieja tradición de protesta de los criollos cobraron a fines del siglo XVIII enorme importancia.
Los grandes protagonistas de la Independencia, los patriotas, fueron los notables latifundistas, a los que se sumaron lo que podríamos denominar grupos medios de la sociedad colonial, entre ellos los intelectuales, que dieron un sesgo radical al proceso. Los grupos populares urbanos, básicamente artesanales y el pequeño comercio, fueron reticentes al principio, y solo apoyaron la rebelión anticolonial en estadios posteriores de la lucha. En las masas indígenas, protagonistas de muchos alzamientos en las décadas previas, había la conciencia de que los beneficiarios de la autonomía eran justamente los terratenientes que habían contribuido a la sangrienta represión de esos alzamientos.
Por ello, los pueblos indios solo excepcionalmente apoyaron las luchas independentistas. Y cuando lo hicieron, en muchos casos respaldaron a las fuerzas españolas. Los negros, en cambio, cuando vieron que su participación en la guerra les permitiría librarse de la esclavitud o ascender en la sociedad, se integraron en los ejércitos patriotas. La jerarquía de la Iglesia, por su parte, se mantuvo leal a la Corona, aunque hubo muchos clérigos que abrazaron la causa independentista.
En los territorios de la jurisdicción de la Audiencia de Quito, en el período que va desde la primera década del siglo XIX hasta la fundación de la República del Ecuador, se distinguen dos etapas. La primera cubre el proceso independista. En ella pueden distinguirse tres momentos: de 1808 hasta 1812, de 1812 hasta 1820 y de 1820 a 1822. La segunda etapa corresponde a los años de vida del país dentro de la Gran Colombia.
La Revolución de Quito (1808-1812)
La intervención napoleónica en la península ibérica convirtió a las autoridades de los virreinatos y audiencias en representantes del usurpador. Así surgió en América la idea de sustituirlas por juntas, integradas por criollos que gobernarían a nombre del “monarca legítimo”. En Quito fue develado un intento de este tipo en 1808. Sin desanimarse por el fracaso, los conspiradores formaron la Junta Soberana que se hizo cargo del mando el 10 de agosto de 1809. El marqués de Selva Alegre fue nombrado Presidente. En el hecho se destacó la acción de Morales, Quiroga, Riofrío, Ante y de doña Manuela Cañizares.

La vida de la Junta fue precaria. El apoyo esperado de Cuenca, Guayaquil y Pasto no pudo conseguirse. Las autoridades españolas controlaron la situación. La milicia quiteña no logró atraer a los grupos populares y no alcanzó un nivel aceptable de organización. El virrey de Lima envió una fuerza militar que cercó Quito. El de Bogotá dispuso la invasión por el norte. Débil y vencida, la Junta Soberana se disolvió. Las autoridades españolas ofrecieron en principio “perdón y olvido”, pero apresaron a cerca de una centena de revolucionarios y los castigaron con sentencias de muerte y expulsiones. Como reacción, el 2 de agosto de 1810 el pueblo de Quito se lanzó a la toma de prisiones y cuarteles. Éste fue pretexto para que las tropas realistas hicieran una carnicería.
La llegada a Quito de Carlos Montúfar, hijo del marqués de Selva Alegre, como comisionado regio del Consejo de Regencia español, motivó la formación de una nueva Junta de Gobierno en la que Montúfar tuvo gran influencia. Un congreso expidió los Artículos del Pacto Solemne de Sociedad y Unión entre las Provincias que forman el Estado de Quito. Esta primera carta constitucional reconocía como monarca a Fernando VII y establecía división de poderes, gobierno electivo, representativo y responsable, y alternabilidad en las funciones públicas. Esta Junta también duró poco. Fue vencida por las fuerzas españolas. A finales de 1812, el país estaba de nuevo firmemente controlado.
Los protagonistas del proceso fueron poderosos latifundistas, para cuyo manejo político la burocracia española era un impedimento. Una vez instalados en el mando, suprimieron las contribuciones de los blancos, manteniendo las de los indios, e hicieron desaparecer la constancia de las cuantiosas deudas que habían contraído con la Corona por compra de tierras. Los notables criollos fueron los usufructuarios de la libertad. Pero no es posible entender el sesgo ideológico del proceso sin la participación de intelectuales venidos de las capas medias, los “radicales” de la causa, como Morales y Quiroga.
El fracaso militar de la Junta Soberana se ha adjudicado a la poca respuesta popular que logró el movimiento. El pueblo se dio perfecta cuenta de que esa libertad no le beneficiaba. Solo cuando la dirigencia insurgente logró imponer su propia visión de la independencia como necesidad general, obtuvo cierta movilización de artesanos y pequeños propietarios, que emprendieron acciones insurgentes como la del 2 de agosto.

El triunfo realista (1812-1820)
De 1812 hasta 1820 se vivió una tensa calma en la Audiencia de Quito. En España se precipitaban los acontecimientos. Vuelto Fernando VII al trono, desconoció la Constitución de Cádiz e inició un gobierno autocrático, reaccionario y represivo. Esto se hizo sentir en América. Dejando de lado cualquier avance constitucionalista o autonomista, el Rey intentó volver a las colonias a la situación anterior a las guerras napoleónicas. Esto precipitó la ruptura.
Durante la segunda década del siglo XIX, los impulsos independentistas fueron madurando en Guayaquil. El respaldo a las autoridades realistas, que se dio frente a los movimientos de Quito (1809-1812), dio paso a la demanda por la total autonomía. Las acciones contra el puerto, por parte de los marinos ingleses al servicio de la independencia del Cono Sur, demostraron que los españoles carecían de los recursos necesarios para defender Guayaquil, cuya vida estaría cada vez más a merced de las fuerzas navales insurgentes. El hecho pesó en una ciudad liderada por comerciantes, a la que llegaban regularmente noticias de los triunfos de Bolívar y de San Martín.
La campaña definitiva (1820-1822)

Los notables guayaquileños proclamaron su independencia el 9 de octubre de 1820. José Joaquín de Olmedo fue la figura del pronunciamiento. Junto a él estuvieron, entre otros, Febres Cordero, el jefe militar; Escobedo, Jimena, Roca y Espantoso, que formaron parte de las juntas, Provisional y Suprema, que se sucedieron en el mando. El ejemplo porteño impulsó varios movimientos en el interior. El más importante fue el de Cuenca, que proclamó su independencia el 3 de noviembre de 1820.
Una de las primeras acciones de Guayaquil independiente fue intentar liberar al resto de la Audiencia. Luego de algunos éxitos, el ejército guayaquileño sufrió derrotas que lo obligaron a replegarse. En estas circunstancias se recibió el refuerzo enviado desde Colombia por Simón Bolívar, que destacó a su mejor general, el venezolano Antonio José de Sucre, para que dirigiera las operaciones. Además del encargo militar, Sucre traía la comisión de gestionar la anexión de Guayaquil a Colombia, pero la resistencia obligó a postergarla. Luego de un primer intento no exitoso, Sucre logró seguir a la Sierra y llegar cerca de Quito. En la mañana del 24 de mayo de 1822 derrotó a los realistas en las faldas del volcán Pichincha. Esa batalla definió el curso de la independencia de lo que hoy es Ecuador. Quedó pendiente en el Sur la independencia de Perú.

Después del fracaso de los intentos iniciales, la independencia de lo que hoy es el Ecuador solo pudo concretarse cuando las élites ampliaron la base social de las fuerzas insurgentes con la convocatoria a otros sectores sociales, y cuando se recibió la ayuda de Colombia. Es decir, el proceso logró ser exitoso cuando convocó a los actores populares de apoyo, y cuando se integraron los esfuerzos de diversos ámbitos coloniales contra las fuerzas metropolitanas. Fue una acción de dimensiones continentales. La guerra se levantó desde Venezuela, Nueva Granada y Quito, y también desde Buenos Aires y Chile, para confluir en el Perú.

EL ECUADOR EN COLOMBIA
Luego de la victoria, los notables quiteños resolvieron la anexión del distrito a Colombia. Cuenca había hecho otras tantas semanas antes. En Guayaquil, en cambio, hubo resistencias para dar ese paso. Bolívar tuvo que usar la fuerza para conseguirlo. Así, lo que hoy es Ecuador quedó integrado a Colombia con el nombre de Distrito del Sur que, a su vez, fue dividido en tres departamentos que seguían las antiguas unidades regionales con capitales en Quito, Guayaquil y Cuenca.
La República de Colombia había sido fundada en 1819, en plena guerra independentista, como una unión de Venezuela y Nueva Granada, con la expectativa de que también se uniera Quito, como en efecto sucedió. Era un intento de crear un gran país, que sería un referente continental. El general
Simón Bolívar fue elegido presidente de la República. Pero justamente por las urgencias de la campaña, no pudo ejercer el mando, que quedó en manos del vicepresidente Francisco de Paula Santander, que imprimió en su administración un sesgo liberal. Organizó juntas de protección de la agricultura y el comercio, impulsó una política librecambista, declaró ilegal el trabajo gratuito de los indígenas, estableció un salario mínimo, impuestos directos e impulsó seriamente la abolición del tributo indígena. Esta política lo puso en conflicto con los grandes latifundistas. Con el tiempo se enfrentó a Bolívar, que pugnaba por mantener la unidad de Colombia e impulsar la integración de las nuevas repúblicas americanas.
Por algunos años, Bolívar dirigió la guerra y gobernó el Perú. Además de las cuestiones peruanas, le preocupó entonces su plan de convocar un gran congreso en Panamá para gestar la unión de los países hispanoamericanos. También propuso un proyecto de Constitución para Bolivia, que se había creado en su homenaje. En 1826 estaba ya de vuelta en Bogotá y asumió la Presidencia de Colombia.
Pero la tarea le resultó muy difícil por las fuerzas de dispersión y por las conspiraciones, inclusive las de su Vicepresidente. Sus enemigos lo combatieron sin tregua y hasta intentaron asesinarlo. En una ocasión lo salvó de la muerte su compañera quiteña Manuela Sáenz. Los conservadores se agruparon alrededor de Bolívar, en tanto que Santander congregaba a los liberales y partidarios del federalismo.
Luego de su experiencia en Perú y frente a la situación de Colombia, el Libertador agudizó su tendencia centralista. El temor de la movilización popular, la liberación de los esclavos, la integración de los pardos y del federalismo llevaron a Bolívar a posturas godas, centralistas y conservadoras.
“No aspiremos a lo imposible –insistía– no sea que por elevarnos sobre la región de la libertad, descendamos a la región de la tiranía. De la libertad absoluta se desciende siempre al poder absoluto”. En su propuesta de Constitución para Bolivia proponía un presidente vitalicio, senado hereditario y otras instituciones cercanas a la monarquía. Bolívar vio que se resquebrajaba la unidad de Colombia y asumió la dictadura. Pero esto agudizó las tensiones y la dispersión. Venezuela se separó de Colombia. Al fin, en 1830 el Libertador renunció al poder. En poco tiempo se enteró que el Mariscal Sucre había sido asesinado (4 de junio). El 17 de diciembre murió camino al exilio. La gran República que creó se había disuelto.

Hacia la separación del Sur
La etapa Gran Colombia fue de gran agitación para el Distrito del Sur. La guerra de emancipación del Perú absorbió enorme cantidad de sus recursos, hasta que culminó la campaña en Ayacucho en 1824. El actual Ecuador llegó a pagar por esa guerra tres veces más que el resto de
Colombia. En 1829, cuando las tropas peruanas invadieron el país por el sur, el Mariscal Sucre fue encargado de la defensa y venció al ejército invasor en Tarqui (27 de febrero). También en ese caso, los Departamentos del Sur sufrieron la carga más pesada del esfuerzo bélico. Se firmaron acuerdos de paz y, posteriormente, un tratado con limitación de fronteras, pero el conflicto territorial quedó pendiente. Al fin, en 1830, cuando la Gran Colombia estaba ya virtualmente disuelta, el Distrito del Sur se separó para formar un Estado autónomo.
Los latifundistas quiteños resistieron las políticas de Santander, especialmente las medidas librecambistas que perjudicaban la producción textil, y las reformas igualitarias que afectaban la estructura jerárquica corporativa, tan acentuada en la sociedad quiteña. Por ello, los notables de Quito aceptaron entusiasmados la idea de la dictadura de Bolívar. En Guayaquil, los terratenientes y comerciantes del puerto, reticentes en principio a la anexión, encontraron que las políticas de
Santander les favorecían. Por ello mantuvieron su lealtad a Colombia mientras en Quito había agitación. Pero cuando cayeron las exportaciones al final de los años veinte, y se reactivaron vínculos de comercio con Lima, las tendencias autonomistas renacieron. Las rebeliones de esclavos los llevaron a pensar en la necesidad de mayor represión. Cuenca también experimentó una reactivación del comercio con Perú. Esto reafirmaría sus reivindicaciones de autonomía. Por motivaciones diversas y hasta contradictorias, las élites dominantes regionales del Distrito del Sur fueron llegando al rompimiento con Colombia.
Cuando se trata de explicar la desmembración del gran país ideado por Bolívar resulta claro que, al conflicto de intereses entre oligarquías regionales, se unió la inexistencia de una clase social con capacidad para llevar adelante un proyecto nacional que fuera más allá de las presiones localistas y regionales. A estas causas de dispersión interna se sumó la política de debilitamiento de las potencias capitalistas interesadas en que no se consolidara un gran Estado, sino unidades políticas pequeñas, débiles y manejables.

El naciente Ecuador
El 13 de mayo de 1830 las corporaciones y padres de familia de Quito resolvieron “Constituir un Estado Libre e Independiente, con los pueblos comprendidos en el Distrito del Sur y los más que quieran incorporarse, mediante las relaciones de naturaleza y de recíproca conveniencia”. Semanas después, en agosto, se reunió en Riobamba la primera Asamblea Constituyente. Uno de los problemas que afrontaron los “padres de la Patria” fue cómo bautizarían al nuevo país. El tradicional nombre de Quito, herencia indígena mantenida por la Real Audiencia, despertó resistencia entre los representantes guayaquileños y cuencanos. En aras de la unidad se resolvió llamar al nuevo Estado como lo habían hecho los sabios franceses que lo visitaron años atrás para hacer estudios sobre la línea equinoccial. De este modo nació el Ecuador.
La característica del país en su nacimiento fue la regionalización. Tres espacios que habían prevalecido en el último período colonial se consolidaron. La Sierra centro-norte, con su eje Quito, retuvo la mayoría de la población y la vigencia del régimen hacendario. La Sierra sur, nucleada alrededor de Cuenca, tuvo una mayor presencia de la pequeña propiedad agrícola y la artesanía. La cuenca del río Guayas, con su centro en Guayaquil, experimentó un acelerado crecimiento del latifundio cada vez más vinculado a la exportación, y sufrió una declinación de la pequeña propiedad agrícola. Estas regiones mantenían precarias relaciones entre sí. Cada cual estaba vinculada económicamente al sur de la actual Colombia, al norte del Perú o a la costa pacífica, pero no constituían entre ellas un mercado que las articulara.
Las guerras de la independencia deterioraron los frágiles vínculos económicos y sociales entre las regiones y redujeron el comercio internacional que, con la ruptura colonial, fue orientándose cada vez más hacia las potencias capitalistas, especialmente a Gran Bretaña, que luego de las dos primeras décadas de la República se constituyó en la principal contraparte comercial. El desarrollo del comercio externo aceleró el crecimiento poblacional y económico de la Costa, pero al principio no logró articular toda la economía del país. Eso sucedería en las décadas finales del siglo XIX.

Ecuador nació dominado por los grandes latifundistas, señores de la tierra que controlaban el poder regional.